Fue mejor morir así, en una batalla perdida de antemano donde los disparos siempre venían por la espalda. No hubo medallas ni
salvas de honor, en la trinchera solo quedaban un par de viejos recuerdos
salpicados por el barro. Dicen que se rindió al enemigo cuando ya no
albergaba esperanza alguna. Sonrió aliviado en el último suspiro sin
creer ya en nada ni nadie. Olía a traición en
el lecho de su muerte, nunca debió abandonar
la brújula de su instinto pero estaba agotado de
luchar por devenires ajenos y banderas necias. Sabía que ya nunca más
iba a volver a su casa, ésta quedaba muy lejos de su pensamiento.
Su única compañía fue un viejo fusil roñoso, cansado, con demasiadas escaramuzas a sus
espaldas.
Una anciana que pasaba por allí coloco una pequeña
flor al lado de su malogrado cuerpo, mientras entre lágrimas confusas susurraba:
siempre
estuvo en desacuerdo con la vida. Una pareja al fondo festeja el fin de
la batalla entre conspiradores abrazos y amañados besos. El cadáver se iba alejando
en brazos de un improvisado y mísero cortejo que lo arrojó a una profunda fosa
común . Allí yacen los olvidados, los mancillados, los sin
nombre y los malvados, la venganza y su pasado. Allí por fin termina su relato,
mientras de su camisa aun asoma el último cigarro.... Patxi Sagarna