Los incautos de la diversión programada están de moda pero
carecen de estilo. No hay día que no sientan el silencio de la agonía.
Ya no me disfrazo para divertir a la noche. Siento las
miradas de los títeres resignados, no hay nada de malo en morir siendo un
extraño
Hace tiempo que me puse en desacuerdo con la vida, al fin y
al cabo la vida es todo lo que no tengo.
El bullicio de los moribundos se convierte en un atronador
silencio por la mañana, la obra toca a su fin. Mi perro sarnoso saborea la
esquina de una calle, olfatea los últimos resquicios de estupidez que dejo la
madrugada.
Escucho los aplausos de la decadencia, pero la voz que sale
de mis entrañas la noto cansada. Hay que morir primero para saber vivir
después, hay que morir de un sueño para saber vivir de pie.
La casualidad ya ha malgastado todas sus oportunidades, pero
los mediocres siempre tienen esperanza.